domingo, 24 de julio de 2011

DIA 2. LLANTO


Me desperté en mitad de la noche llorando. Nunca me había pasado. Llorar dormido. Ahora lo hago a cada instante, el mecanismo por el cual uno detiene su llanto ante un desconocido ya no funciona. Lloro mientras tomo el micro, le digo “1.10” entre lagrimas. Lloró mientras recuerdo, por que los recuerdos estan por todos lados.

Busco respuestas donde no las hay, no las encuentro. Mi obsesión por racionalizar, quedo rota. “la lógica por fin se nos deshizo en la boca” dice una gran canción. No hay manera para que no duela. Jamás, a ciencia cierta, navegué en la desesperación de este modo tan abstracto y a la vez real. Es decir, la desesperación late adentro pero no tiene explicación. Ante cualquier otro problema, asfixiante, mi cabeza piensa con rapidez y resolución. Tengo una teoría, un pensamiento para los problemas concretos.

Hoy estiro manotazos a la nada, no veo el camino, ya ni siquiera pienso en un atajo, no veo la salida. Cuando me desperté llorando, la imagen que me cruzó era debajo del mar, sintiendo que no llegaba a la superficie a tomar aire. Duele como la concha de la madre, me perfora la caja toraxica cuando no lloro. El desagote no termina nunca.

Cuando lloro me retuerzo y cuando no lo hago me falta el aire. No sé cómo se hace. No creo que nadie se merezca sufrir por querer. Trillado, trilladisimo lo que digo, pero no menos real. Pueden abandonar la lectura si así lo desea.

Me da pánico ir a la calle, cualquier situación me recuerda momentos, fotos, detenciones de un tiempo mejor, menos complicado. Una amiga bienintencionada me sugirió la palabra rencor. ¿Te das cuenta que ella puede tener rencor? Rencor me suena espantoso, no creo tener el poder de provocar eso pero me pongo a pensarlo, reposa en mi cabeza, retumba en realidad.

"hay que tener pelotas para asumir el desahogó que estas haciendo” me sugieren los amigos. Me gustaría que ella sepa que ahora tengo las bolas para caminar juntos. Que si antes las señales eran poco claras, hoy le puedo decir que me ayudó a explorar caminos de mi vida que de otra manera no hubiese podido. Tengo que empezar a combatir los miedos. Lo tengo que hacer por mí. Pero tampoco puedo mentirme, ojala que esta transformación me encuentre en el mismo camino. Eso sería una linda redención. Claro que la vida, ya lo sabemos, jamás es de la manera que uno quiere.

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